Tras muchos años inventariando el misterio por nuestras queridas islas, estoy más convencido que nunca que las luces misteriosas, los viejos hachos del pasado que nuestros mayores vincularon con almas en pena y brujas, son mi enigma preferido. Las sigo encontrando por doquier. Las últimas, en tierras de Adeje jugueteando con el guardián de una finca, y en Lanzarote, donde la Luz del Carnero, que así la llaman por allí, era dueña y señora de un territorio que abarcaba desde Las Breñas y Montaña Roja, a Playa Blanca-Papagayo, Punta Pechiguera y hasta Playa los Fariones. Por estos parajes la vio una leyenda viva, Domingo Corujo, “se acercó y veo la luz sobre el muelle. De entrada, se podía pensar que era un mechón de alguien que estuviera mariscando, pero era del tamaño de una calabaza y destellaba, pero no alumbraba. Aquella especie de calabaza estaría como a medio metro del suelo y no alumbraba ni el suelo. Estaba tan extrañado que me toqué para ver si estaba dormido. No veía a nadie y me acerqué para ver qué carajo era aquello. Empecé a dudar, entre otras cosas porque estaba sólo. No había dado dos pasos cuando la luz, con esa velocidad vertiginosa, vino hasta mis pies y, claro me sorprendió. La luz describió una curva y se mete en el agua. Pensé que alguien me estaba gastando una broma con aquella luz naranja”
LUCES POPULARES
El término “luces populares” fue acuñado hace varias décadas por el Premio Planeta 2017, Javier Sierra, y el prolífico escritor y experto en folklore mágico, Jesús Callejo, en “La España Extraña”, el libro que ambos compartieron allá por el año 1997. Crearon así una etiqueta neutra con la que referirse a las diferentes luces inexplicadas y de comportamiento aparentemente inteligente que a lo largo de los siglos han venido siendo identificadas, de forma alterna, como manifestaciones de la divinidad, con hadas y otros seres elementales, con errantes almas en pena, o bien como destellos provocados por las brujas en sus vuelos, transmutaciones y aquelarres. En la tradición popular canaria estas luces eran frecuentemente citadas con el término “hacho”, y asociadas casi de forma unánime con almas en pena que purgaban sus pecados. La toponimia a veces nos ofrece en bandeja pistas sobre lugares en los que estas luces se manifestaban con especial insistencia, como es el caso del Roque de las Ánimas en Anaga, el Barranco de las Ánimas en La Guancha, Las Ánimas en Puntagorda, Punta de las Ánimas en Betancuria, El Risco de la Luz en Santa Cruz de La Palma, los innumerables llanos, riscos y lomos de las Brujas que siembran nuestro territorio o el mismísimo Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria. Hablamos de unas luminarias de pequeño tamaño, como el de una naranja, y que pocas veces superaba el de un balón de baloncesto, con colores principalmente en la gama del rojo, amarillo y blanco. Nuestras luces populares no son descritas como algo efímero, fugaz y lejano, como sucede con un breve destello o el veloz trazo de una estrella fugaz, sino que por el contrario son cercanas, nítidas y con una presencia prolongada en el tiempo y en el espacio físico en el que son contempladas. Además, muchos testigos coinciden en señalar que las luces, de maneras muy diversas reaccionan ante ellos, desplegando un comportamiento que les sugería inteligencia, curiosidad e incluso juego. Personalmente hemos catalogado cerca de cuarenta puntos de la geografía canaria en la que éstas luces han sido observadas de forma reiterada y prolongada en el tiempo. Veamos algunas de ellas.
LA LUZ DE MAFASCA. Fuerteventura
Sin duda es la más conocida de Canarias y de España. La inmensa mayoría de los casos se concentran en los municipios de Betancuria y Antigua, por cuyos llanos de Mafasca solía deambular. La leyenda nos dice de manera imprecisa que tiempo atrás dos esclavos huyeron de su ama en una noche de tormenta, dándose de bruces con un ovejón. Hambrientos como estaban la única madera que encontraron para poder asar y comer la carne fue la de una vieja cruz. Aquel acto sacrílego tuvo como pena la muerte al poco tiempo y que sus almas vagasen por aquellos parajes, ya fuera como luz o como espectral ovejón. Una versión primigenia de esta leyenda ya aparece por escrito en 1901 en el periódico semanal La Aurora. La entidad del fenómeno es de tal calibre que los testigos se cuentan por cientos y la luminaria es una seña de identidad de la zona, contando con calle y representación gráfica propias. Atesoramos decenas de casos, pero especial cariño le tenemos al testimonio de Domingo Alberto Brito, quien tuvo varios encuentros con la Luz de Mafasca, el último en 1941, cuando terminó dándole una patada a la luminaria, que reaccionó con un potente y cegador estallido de luz. “¡Se me quedó todo el pueblo de la Villa de Betancuria encendido, como el “peso” del mediodía! Desde ese día no la he vuelto a ver” me confiaría el testigo.
LA LUZ DE LA VEGA ABAJO. La Gomera
Conocida también como la Luz de la Dama, nos situamos en el municipio gomero de Vallehermoso, en los parajes de La Vega Abajo entre Chipude y La Dama. Allí encontramos el mismo tipo de casos que en Mafasca, pero en este caso los relatos construidos para explicar la errante luminaria varían un poco. Al menos existen tres versiones. Una de ellas nos habla del alma en pena de una vecina que deambula por una promesa incumplida; otra de un vecino que emigró a Venezuela y no pudo cumplir su promesa de construir una ermita; y la tercera, la más distintiva, describe a tres piratas o contrabandistas que recalan en La Rajita con el fin de esconder terreno arriba un valioso cofre. Mientras uno aguarda en la costa los dos restantes entierran el tesoro, muriendo uno de ellos a manos del otro tras discutir por la propiedad del mismo. Ya de regreso y tras una trifulca con el tercero, el asesino caería muerto quedando con ello pérdida la localización del tesoro. Las luces avistadas en la zona se corresponderían con las almas penantes de los dos codiciosos marineros, que merodean alrededor del cofre. Los casos se mantienen hasta fechas muy recientes, con encuentros en los que algunos testigos han asegurado que la luz les habló.
LAS LUCES DEL TIME. La Palma
La llamada Luz o Hachón del Time se dejaba ver tanto en la carretera que asciende hasta el mirador del mismo nombre como por el cauce del Barranco de las Angustias e incluso por algunas calles de Los Llanos de Aridane. En sus Noticias para la Historia de La Palma el historiador Lorenzo Rodríguez ya recogió los casos y la leyenda en la segunda mitad del siglo XIX, comentando que la tradición explicaba aquellas extrañas luces como el alma en pena de unos romeros que usaron la madera de una cruz para alumbrarse. En tiempos recientes han ganado popularidad versiones apócrifas, como la que atribuye las luminarias a las almas de los guerreros auaritas que por honor se quitaron la vida ante la invasión castellana, o la poética historia de una madre coraje que para salvar la vida de su bebé hace fuego de una cruz, sacrilegio por amor del que es perdonada al reponer la cruz poco después. La luminaria sería el eco de aquel acontecimiento.
LA LUZ DE ALMÁCIGA. Tenerife.
Anaga es un territorio potente para el misterio, donde abundan las historias de encuentros con aparecidos, los relatos brujeriles y también las luces errantes. Por tradición el Roque de las Ánimas recibe ese nombre por las luces misteriosas que lo rondaban, atribuidas a las almas de los pescadores que habían muerto en la zona, y el médico chasnero Juan Bethencourt Afonso recogió relatos sobre la recurrente aparición de una luz verdosa por diferentes rincones. A mediados de los años noventa del siglo pasado la suerte nos sonrió cuando personalmente tuvimos la oportunidad de recoger varios testimonios directos en este caso en Almáciga, entre ellos uno especialmente interesante relativo a un encuentro con varios testigos que interactuaron con la luz. Lo distintivo en este caso fue que tres vecinos, acostumbrados a la aparición de la luminaria, un día decidieron cercarla. Lograron “rodearla” y uno de ellos se aventuró a lanzarle una piedra, produciéndose un estallido de luz que aterrorizó durante día al testigo. Al parecer a este hacho le han dado el nombre de Luz de Gutiérrez.
EL HACHO DE VALLESECO. Gran Canaria.
Finalizamos con una curiosa historia de Gran Canaria, isla con varias de estas luces. Sin embargo, por antigüedad y reseñas escritas es obligado destacar el llamado “Jacho de La Laguna”, que hacía su aparición entre los municipios grancanarios de Teror y Valleseco. Sebastián Jiménez Sánchez escribía sobre el mismo con los siguientes términos: “(…) todas las noches, en el lugar conocido por La Laguna, aparecía un hacho encendido que seguía trayectorias diversas. Esta misteriosa aparición luminosa se interpretaba como el alma en pena de una persona que llevada de cierta cólera y de ideas anticristianas se entretenía en destrozar una cruz (…) La cruz en cuestión recordaba el accidente, con pérdida de su vida, de uno que se dirigía a una «última» en el pago del Zumacal. El autor del desafuero, impresionado de ciertas apariciones y sueños, embarcose para la isla de Cuba con el fin de olvidar correrías y creerse libre de alucinaciones. Refiere la leyenda que el tal murió allá, y su espíritu venía a penar seis meses a Canarias, en forma de «jacho luminoso», en el lugar preciso donde él destrozara la cruz de la leyenda, y otros seis meses en Cuba”
José Gregorio González